jueves, 28 de marzo de 2013

María Magdalena: Esa gran desconocida



Madrid  29.03.2012    11:45

Antes de comenzar a escribir este articulo, quiero sincerarme conmigo mismo, y con cualquier persona que pudiera leerlo, confesando humildemente mi total ignorancia en temas tan serios como la TEOLOGIA y la FILOSOFIA. Solamente me mueve a ello, aparte de una gran osadía, mi gran admiración, devoción y cariño hacia esta gran Santa, y en mi modesta opinión uno de los personajes mas importantes que acompañaron a Jesús en todos aquellos momentos, gloriosos y angustiosos a la vez, y que por motivos que tal vez ignoramos o nos quieren hacer ignorar han conseguido hacer de nuestra Santa la “GRAN OLVIDADA” de todos. Y ¿por quienes?

Durante muchos siglos la tesis de la Iglesia sobre María Magdalena era que se trataba de la mujer adultera, según se deducía de algunos Evangelios que así lo dejaban entrever. Lógicamente esta deducción, totalmente errónea, dejo sobre nuestra querida Santa una herencia maligna que duro demasiados siglos para que después, y de un plumazo, quedara libre de toda culpa. Fue por la década de 1960 cuando el Vaticano se propuso esclarecer de una vez por todas la verdadera realidad y sobre todo la verdadera identidad de esta Santa. Parece ser que fue el Papa GREGORIO MAGNO quien por ciertas cuestiones particulares que a el le interesaban llevó a cabo, en la edad media, la teoría de que María Magdalena era la mujer caída del Evangelio de San Lucas. Nada mas lejos de la realidad. Pero sigamos un poco mas a través de la historia:

Es sabido que el NUEVO TESTAMENTO procede del CONCILIO DE NICEA, llevado a cabo por el Emperador CONSTANTINO. A pesar de que eran varios los Evangelios a elegir o seleccionar, de entre ellos se eligieron “LOS CUATRO” que comúnmente conocemos. Estos a su vez fueron alterados de manera radical y quizá con un acto de censura. ¿Quién sabe si con ello se dio un cambio radical a nuestra historia de la religión?. Ni siquiera la Iglesia Vaticana sabe con certeza quienes escribieron estos Evangelios. De hecho están medianamente seguros de si fueron los cuatro Evangelistas conocidos (JUAN, LUCAS, MARCOS y MATEO) los autores de los mismos, ya que fue sobre el siglo segundo cuando les fueron atribuidos.

Y sigamos haciendo o recordando un poco de historia:

Desde tiempos remotos hasta hace prácticamente algo mas de un siglo, la preponderancia del varón sobre la mujer ha sido, salvo honrosas excepciones, total y absoluta y mucho más si nos alejamos en el tiempo y ya de manera absoluta en los países del próximo y medio Oriente. Fue quizá el propio Jesús quien en aquellos tiempos, en que casi se creía que la mujer carecía de alma, el que de una manera firme y tajante defendió a la mujer en todo momento. Baste como pequeño ejemplo lo que nos cuenta el Evangelio sobre la defensa que hizo de la mujer adultera que iba a ser lapidada por la muchedumbre parando el terrible acto simplemente con aquellas magnificas palabras: “EL QUE ESTE LIBRE DE CULPA...” Asimismo fue el mismo Jesús quien llevó, junto a sus amigos los Apóstoles, a aquella maravillosa mujer que le siguió durante su vida y pasión con la mayor devoción y entusiasmo y que no fue sino nuestra querida MARIA MAGDALENA. Y hablando precisamente de mujeres en la historia de aquellos días, fueron solamente tres, llamadas comúnmente las tres Marías: (MARIA LA MAYOR, madre de Jesús, MARIA MAGDALENA y quizá MARIA SALOME) las que en el momento cumbre de la Crucifixión estuvieron, en la más terrible soledad, al pie de la cruz. ¿Dónde estaban en esos momentos sus grandes compañeros y Apóstoles? ¿Dónde estaban esos cientos de personas que forzosamente tuvieron que asistir asombrados a los muchos milagros y curaciones que hizo Jesús ante ellos? ¿Dónde estaban esos miles de personas que asistieron estupefactos ante el grandioso milagro de “LOS PANES Y LOS PECES” ¡NO¡ Allí solamente estaban, acompañando a Jesús en el calvario, aquellas tres heroicas mujeres, quizá tal vez acompañadas de San Juan apóstol.

Y siguiendo con la historia y la desigualdad entre hombre y mujer no es de extrañar que esa desigualdad haya existido hasta ahora en el mismo seno de nuestra Iglesia Vaticana.

Fue el propio SAN PABLO, Santo de grandísimo relieve en la Iglesia, el que también contribuyó en algo a este distanciamiento entre sexos. San Pablo, que no conoció personalmente a Cristo, escribió infinidad de Epístolas sobre sus conocimientos religiosos, seguramente porque él contribuyó de alguna forma a la formación de nuestra Iglesia. Pues bien, este San Pablo, parece ser, a tenor de algunos de sus escritos, que no era muy partidario de la mujer como participe de igual a igual con el hombre; y como no son pensamientos o elucubraciones mías, paso a continuación a detallar algún párrafo de sus escritos en distintas epístolas:

PRIMERA EPÍSTOLA A LOS CORINTIOS:
“Las mujeres en la Iglesia callen, pues no se les es permitido hablar, antes muestren sujeción. Como la ley también lo dice: que si algo desean aprender, pregunten en casa a sus propios maridos porque es indecoroso hablar en la Iglesia”.

PRIMERA EPÍSTOLA A TIMOTEO:
“A la mujer no le consiento enseñar ni arrogarse autoridad alguna sobre el varón, sino que ha de estar tranquila en casa”.

Incluso da la impresión que San Pablo en sus últimos escritos eliminaba o trataba de eludir cualquier referencia de la mujer en la vida de Jesús.

¿Qué opina sobre estas palabras la actual mujer del siglo XXI? Y no digamos lo que llegarían a pensar las asociaciones feministas, Quizá solamente con la palabra misógino, estaría bien encuadrado.

Y pasemos ya a hablar sobre nuestra Santa. ¿Cómo sería María Magdalena? Lógicamente ni de ella ni de ningún otro personaje de los tiempos que hablamos tenemos la menor idea de cómo eran físicamente. Solamente de Jesús y a través de la SABANA SANTA de Turín (si algún día llega a confirmarse su veracidad), tenemos una cierta idea de cómo era. De los demás personajes de aquellos tiempos no sabemos ni tenemos ningún documento que nos oriente de cómo eran físicamente. Así pues, no nos queda más remedio que hacernos una cierta idea a través de los artistas, pintores y escultores, que en su imaginación han plasmado en sus obras la idea que ellos tenían sobre nuestros personajes. A este respecto quiero expresar que hace muy pocos días tuve la ocasión de asistir a una interesante conferencia que, con la correspondiente proyección de diapositivas, versaba sobre MARIA MAGDALENA EN LA PINTURA. Cada artista la ha pintado según su propia imaginación; solamente coinciden casi todos en que sus cabellos eran rubios. Pues yo en el retrato que de ella hago en mi imaginación, pinto sus cabellos de un rubio-rojizo. Sobre el color de su piel, quiero plagiar unas bellas palabras que hace muchos años pronunció en la entonces famosa Universidad Pontificia de COMILLAS (Santander), un prestigioso político invitado por los Padres Jesuitas, que por entonces regentaban dicho Centro. La extraordinaria conferencia a la que tuve la oportunidad de asistir, versaba sobre la VIRGEN MARIA. Ni que decir sobre el éxito que tuvo aquella conferencia ante un publico tan erudito, todos los doctores en Teología y Filosofía, estudiantes en dicha Universidad. Pues bien, de toda aquella espléndida conferencia, solamente recuerdo a la perfección, pese a los muchos años transcurridos, las palabras que pronunció sobre el color de la piel de la Virgen. No era negra; no era blanca; ni tampoco morena... la Virgen era TRIGUEÑA, ¡qué palabra tan bonita!. Tanto me gustó este adjetivo que plagiándolo, como digo, quiero emplearlo hoy en honor de nuestra Santa: MARIA MAGDALENA tenia la piel color TRIGUEÑO, de ese color del trigo, dorado por el sol en las antiguas eras. Y aparte del color de su cabello y el de su piel, sigo haciendo mentalmente su retrato considerándola como una mujer de una belleza serena. Sus ojos luminosos a través de un alma limpia conseguían un conjunto armonioso a todos los efectos. Pero sobre todo lo que más adornaba a la Santa eran sus cualidades morales. Fue la gran seguidora de Jesús junto a los demás discípulos. Pero quizá el hecho más importante y lo que le da una cierta preponderancia sobre los demás personajes en la historia de aquellos das, fue la distinción que Jesús hizo de ella cuando se la presento antes que a nadie después de la Resurrección y éste si que fue y sigue siendo el gran merito de nuestra

¡ MARIA MAGDALENA!


Quizá, en mi ignorancia, haya podido cometer errores al escribir este modesto articulo pero quiero dejar bien claro que en mi intención solamente ha existido el deseo de reivindicar de una vez por todas lo que creo es la verdadera historia de MARIA MAGDALENA.

José Luis M. Brusi

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