jueves, 28 de marzo de 2013

El gusano y el escarabajo
Había una vez un gusano y un escarabajo que eran amigos, pasaban
charlando horas y horas. El escarabajo estaba consciente de que su
amigo era muy limitado en movilidad, tenía una visibilidad muy
restringida y era muy tranquilo comparado con los de su especie. El
gusano estaba muy consciente de que su amigo venía de otro ambiente,
comía cosas que le parecían desagradables y era muy acelerado para su
estándar de vida, tenía una imagen grotesca y hablaba con mucha
rapidez.
Un día, la compañera del escarabajo le cuestionó la amistad hacia el
gusano. ¿Cómo era posible que caminara tanto para ir al encuentro del
gusano? A lo que él respondió que el gusano estaba limitado en sus
movimientos. ¿Por qué seguía siendo amigo de un insecto que no le
regresaba los saludos efusivos que el escarabajo hacía desde lejos?
Esto era entendido por él, ya que sabía de su limitada visión, muchas
veces ni siquiera sabía que alguien lo saludaba y cuando se daba
cuenta, no distinguía si se trataba de él para contestar el saludo,
sin embargo calló para no discutir. Fueron muchas las respuestas que
en el escarabajo buscaron para cuestionar la amistad con el gusano,
que al final, éste decidió poner a prueba la amistad alejándose un
tiempo para esperar que el gusano lo buscara.

Pasó el tiempo y la noticia llegó: el gusano estaba muriendo, pues su
organismo lo traicionaba por tanto esfuerzo, cada día emprendía el
camino para llegar hasta su amigo y la noche lo obligaba a retornar
hasta su lugar de origen. El escarabajo decidió ir a ver sin preguntar
a su compañera qué opinaba.

En el camino varios insectos le contaron las peripecias del gusano por
saber qué le había pasado a su amigo. Le contaron de cómo se exponía
día a día para ir a dónde él se encontraba, pasando cerca del nido de
los pájaros. De cómo sobrevivió al ataque de las hormigas y así
sucesivamente.

Llegó el escarabajo hasta el árbol en que yacía el gusano esperando
pasar a mejor vida. Al verlo acercarse, con las últimas fuerzas que la
vida te da, le dijo cuánto le alegraba que se encontrara bien. Sonrió
por última vez y se despidió de su amigo sabiendo que nada malo le
había pasado.

El escarabajo avergonzado de sí mismo, por haber confiado su amistad
en otros oídos que no eran los suyos, había perdido muchas horas de
regocijo que las pláticas con su amigo le proporcionaban. Al final
entendió que el gusano, siendo tan diferente, tan limitado y tan
distinto de lo que él era, era su amigo, a quien respetaba y quería no
tanto por la especie a la que pertenecía sino porque le ofreció su
amistad.

El escarabajo aprendió varias lecciones ese día: La amistad está en ti
y no en los demás, si la cultivas en tu propio ser, encontrarás el
gozo del amigo. También entendió que el tiempo no delimita las
amistades, tampoco las razas o las limitantes propias ni las ajenas.
Lo que más le impactó fue que el tiempo y la distancia no destruyen
una amistad, son las dudas y nuestros temores los que más nos afectan.
Y cuando pierdes un amigo una parte de ti se va con él. Las frases,
los gestos, los temores, las alegrías e ilusiones compartidas en el
capullo de la confianza se van con él.

El escarabajo murió después de un tiempo. Nunca se le escuchó quejarse
de quien mal le aconsejó, pues fue decisión propia el poner en manos
extrañas su amistad, solo para verla escurrirse como agua entre los
dedos.

Si tienes un amigo no pongas en tela de duda lo que es, pues sembrando
dudas cosecharás temores. No te fijes demasiado en cómo habla, cuánto
tiene, qué come o qué hace, pues estarás poniendo en una vasija rota
tu confianza. Reconoce la riqueza de quien es diferente de ti y está
dispuesto a compartir sus ideales y temores, pues esto alimenta el
espíritu de supervivencia más que un buen platillo.

La esencia del gusano y el escarabajo se volvió una en el plano que se
encuentra más allá de este mundo, volviendo al regocijo que en esta
vida habían encontrado. Este es el final de mi historia, pues siendo
TÚ mi amigo no te puedo exponer a una tristeza que no quisiera para
mí. No sé si tú seas el gusano o yo el escarabajo, pero seguro que
somos distintos y en planos ajenos nos movemos. Yo, como gusano, te
seguiré buscando día a día, y como escarabajo, no me fijaré en
limitaciones. Como gusano, omitiré lo grotesco que me puedas parecer.
Como escarabajo, haré uso de mis habilidades para servirte.


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