lunes, 8 de marzo de 2021

PRIMER PREMIO CONCURSO RELATOS "HISTORIAS DE MUJER": "NO ES TARDE"


    Son las siete de la tarde de un veinticuatro de junio y ya hace bastante calor, mientras los jóvenes se preparan para disfrutar de las hogueras yo me encuentro sentada en el asiento del coche haciendo un repaso mental de lo que ha sido mi vida.

    Fui la hija mayor de un matrimonio sencillo, a la que le tocó renunciar a la posibilidad de estudiar para cuidar de sus hermanos pequeños, mientras que sus padres faenaban en el campo.

    Me casé con un hombre sencillo criado en el mundo rural y al que habían educado en los cánones tradicionales, que en realidad no era muy diferente a los míos, pues siempre tuve la convicción de que debía servirlo, cuidarlo y obedecerlo hasta que la muerte nos separara.

    Por suerte, esos años me regalaron tres hijos maravillosos a pesar de una convivencia conyugal nefasta. Convivencia que culminó con una enfermedad terminal que acabó agotando mi alma y mi cuerpo.

    Pero como cuenta la leyenda, al igual que le pasaba al ave Fénix, resurgí, y resurgí porque la vida me lo debía a mí y por ende, a mis hijos.

    Luché, ¡sabe Dios que luché!. Me encargué de mis padres hasta el final, limpié casas, muchas casas, trabajé en el campo, en la fábrica y allí donde pudiera echar horas para ganar un jornal.

    A mis hijos nunca les faltó de nada. Si bien es verdad que no les pude dar grandes lujos, si les di lo mejor que una madre les puede dar en esta vida: independencia. Una independencia que ganaron a base de sacrificio, estudio y constancia a pesar de las dificultades.

    Hoy miro al espejo retrovisor y veo a mi hija sonriéndome porque soy yo la que estoy al volante con mi carnet estrenado hace apenas unos meses. Supongo que quien me vea, a mi edad pensará: ¿Quién lo iba a decir? ¡La Rosi conduciendo!.

    Cojo mi bolso, me retoco y salimos hacia el auditorio. En el momento en el que el director del instituto, desde el escenario, pronuncia mi nombre y me invita a subir, sólo puedo sonreír y dejar escapar alguna lágrima atrasada.

    Subo a recoger mi título de Graduada en Educación Secundaria Obligatoria y en ese momento, mientras suenan los aplausos, miro a mis hijos que me observan orgullosos siendo por primera vez consciente de que: “el ayer ya pasó, y que hoy es el primer día de la mujer que todavía quiero y puedo llegar a ser”.

AUTORA: ELENA MARÍA GIL ABENZA.


 









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