Nuestro cuerpo es capaz de discernir entre los sonidos
beneficiosos y perjudiciales y responder a ellos en conformidad. Tales
respuestas afectan a los estados físicos, emocionales, mentales y espirituales,
aunque muchas personas no son conscientes de los efectos hasta que no se
produce una respuesta física. Podemos detectar de forma auditiva cuando se ha
producido el equilibrio, a través del sonido de nuestra voz.
Podemos utilizar al sonido como fuente de energía para
actuar recíprocamente con otras energías, ya sea a través de la música, la voz
u otro origen, ya que constituye un medio efectivo para alterar los campos e
impulsos electromagnéticos de una persona o un medio. Esto significa que, en
caso de producirse un desequilibrio en los parámetros normales del cuerpo (ya
se trate de un órgano específico o de un sistema en concreto), podemos utilizar
el sonido sagrado en una de sus formas o combinaciones como ayuda para el
restablecimiento de la homeostasis, aliviar el dolor o acelerar la curación.
Como fuente de energía, puede utilizarse también como medio
para el cambio en la consciencia. Ayuda en la concentración, la relajación, el
aprendizaje, la creatividad y el aumento de la comprensión de los estados
psico-espirituales. Actúa de forma recíproca con el cerebro y ayuda a alterar
sus frecuencias de ondas para facilitar dichos procesos.
El tono
El tono es la elevación o el descenso del sonido. Se
determina por el nivel de velocidad en la que vibra. Cuanto más rápido vibre el
sonido más alto será el tono. A nivel físico y espiritual, esto nos explica que
al alzar nuestros propios niveles de energía individual nos abrimos a un nivel
superior de salud. El auténtico aprendiz de la vida tiene como cometido elevar
sus energías hacia el tono más alto sin desequilibrarse, y sin precipitarse. El
principio del tono nos clarifica mucho el proceso evolutivo. Cuando se emiten
tonos bajos, éstos giran alrededor de los objetos. Precisamente por esto, en
los lugares en los que se interpreta música en directo, continuamos oyendo los
instrumentos de bajo y de percusión incluso al abandonar el recinto. Los tonos
bajos giran alrededor de las esquinas y puertas; es la senda de menor
resistencia.
Los tonos altos están más centrados. A veces la absorción o
la resonancia de las vibraciones más altas pueden romper las viejas formas.
Esto puede demostrarse con facilidad cuando se hace añicos una copa de cristal
cantando en el tono adecuado. Se refleja asimismo en los cambios que se
producen cuando una persona encuentra a otra en un campo de energía de alta
intensidad. Con ello pueden hacerse añicos las viejas ideas y costumbres, para
bien o para mal.
El aspecto del tono en el sonido sagrado es el que nos
transporta a niveles de energía superiores en todos los aspectos de nuestro
ser. Cuanto más altos e intensos sean nuestros campos de energía, con menos
probabilidad chocarán con las fuentes exteriores y mejor preparados estaremos
para adaptarlos a la resonancia de una gama de fuerzas, personas y
circunstancias de la vida más amplias.
Todos poseemos nuestro propio tono natural, si bien también
existe un tono universal: este es la vibración ideal, la que en definitiva
resonará con lo divino; conferirá armonía a todos los ritmos vitales. Podemos
utilizar los tonos de los instrumentos y voces para mantener nuestro propio
tono natural a la vez que desarrollamos el vínculo con el tono universal.
Podemos determinar nuestro tono vocal con un piano o algún instrumento con el
que interpretar algunas octavas o notas. Investigaremos la nota más alta con la
que somos capaces de cantar sin que se nos quiebre la voz; seguidamente
buscaremos la nota más baja. El tono intermedio entre ambas es el tono con el
que funcionamos en general, pero nuestra gama puede ampliarse mediante las
técnicas apropiadas.
El timbre.
Se denomina timbre o color del tono a la calidad, las
características específicas y la influencia del sonido; es la fuente distintiva
de todo sonido que nos ayuda a diferenciar un sonido de otro, una voz de otra y
un instrumento de otro. Cada sonido y cada instrumento sonoro tienen sus
propias características distinguibles.
Lo que más nos afecta, después del tono, es el timbre. El
timbre crea respuestas que tanto pueden ser consonantes como disonantes. Ambos
términos se refieren a las percepciones de la energía respecto a los estímulos
externos y a las transformaciones resultantes. Cuando respondemos con la
consonancia a determinado timbre procedente de distintos sonidos fomentamos una
armonía positiva. Las células de nuestro cuerpo reconocen estos sonidos y
responden de acuerdo a ellos. El timbre que producen las uñas en una pizarra es
discordante y hace que rechine el sistema nervioso, mientras que el timbre de
una flauta de bambú le resulta apaciguador. A menos que prestemos atención a
las señales que nos envía el cuerpo, perdemos la oportunidad de intensificar
los efectos beneficiosos o permitimos que lo perjudicial nos obstaculice de
forma innecesaria.
Una parte del poder secreto de la palabra radica en el
aprendizaje del control del timbre de la voz para crear consonancia o
disonancia según los propios deseos. La mayoría de las personas lo llevan a
cabo de forma natural. Cuando decidimos que queremos permanecer tranquilos,
adoptamos un timbre que resulte áspero y discordante que aparte a los demás.
Cuando deseamos mostrarnos amistosos, adoptamos un tono de voz suave, amable y
ligero. Con la práctica aprendemos a crear cambios fisiológicos y espirituales
en nosotros mismos y en los demás alterando el timbre del discurso y empleando
el de diversos instrumentos para obtener efectos específicos.
La magia de la música.
Todos somos musicales. Cada persona posee en su interior
este don; la música nos ha rodeado y alimentado desde el momento en que fuimos
concebidos: desde los sonidos que nos llegaron a través de los líquidos
amnióticos durante el embarazo de nuestra madre hasta los rítmicos latidos de
nuestro propio corazón. La música y el ritmo son vida. La música es
revitalización, y debería formar parte consciente y activa de nuestras vidas, y
no limitarse a escucharla o utilizarla para llenar vacíos de silencio en
nuestras vidas. Tenemos que darnos cuenta de que la música encierra todas las
maravillas y la clave de los milagros de la vida: naturales y espirituales...
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