jueves, 21 de julio de 2016

Yeshúa y Myriam


Quiso Dios que el amor triunfase sobre la muerte,
y buscó la manera más hermosa,
más sensible, más piadosa.
Sus labios eran el pecado… la manzana del Edén.
Sus largos cabellos de un rojo ardiente,
como la llama del tizón incandescente.
Sus ojos brillaban como estrellas… en el cielo negro y azul.
Sus manos de terciopelo… eran de seda y tisú.
Quiso Dios sentir su perfume… y la hizo mujer.
Su voz era exquisita, dulce como la miel.
Ya sólo faltaba amarla… sentirla dentro de su ser.
Y se convirtió en un hombre,
decidido a entregarle todo su querer.
Yeshúa y Myriam, dos en uno son.
Como la Tierra y la Luna, como la Luna y el Sol.
Son el agua de la vida, la esencia del Amor.
Su amor triunfó sobre la muerte… nada los separó,
ni siquiera el paso del tiempo, ha borrado su pasión.
Que Yeshúa fue crucificado, por amar y por su Amor,
por querer ser un hombre… y dejar sentir a su corazón.
Sus cuerpos permanecen juntos, unidos hasta el final.
Convertidos en cenizas,
de las que, como el ave Fénix, renacerán.
Pero su amor es infinito, no tiene final.
Ha ganado a la muerte,
ha alcanzado la inmortalidad.
Ahora se les puede ver juntos… por el jardín pasear.
Cogidos de la mano, sin dejarse de mirar.
Ahora Dios es el hombre, el hombre ahora es Dios.
Su amada Myriam es su diosa…
Y ambos un solo corazón.

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