jueves, 26 de mayo de 2016

Esta es la historia de alguien que perseguía un sueño:


Un pequeño gusanito caminaba un día en dirección al sol. Muy cerca del camino se encontraba un grillo.
– ¿Hacia dónde vas?, le preguntó.
Sin dejar de caminar, el gusano contestó:
– Tuve un sueño anoche; soñé que desde la cima de la gran montaña yo miraba todo el valle.
Me gustó lo que vi en mi sueño y he decidido realizarlo.
Sorprendido, el grillo dijo mientras su amigo se alejaba:
– ¡Debes estar loco!, ¿Como podrás llegar hasta aquel lugar? Eres, ¡una simple gusanito! Una piedra será una montaña, un pequeño charco un mar y cualquier tronco una barrera infranqueable.
Pero el gusanito ya estaba lejos y no lo escuchó. Sus diminutos pies no dejaron de moverse.
De pronto se oyó la voz de un saltamontes:
– ¿Hacia dónde te diriges con tanto empeño? El gusanito que ya estaba sudando, le dijo:
– Tuve un sueño y deseo realizarlo, subiré a esa montaña y desde ahí contemplaré todo nuestro mundo.
El saltamontes no pudo soportar la risa, soltó la carcajada y luego dijo:
– Ni yo, con patas tan grandes, y mis grandes saltos intentaría una empresa tan ambiciosa.
El se quedó en el suelo tumbado de la risa mientras el gusanito continuó su camino, habiendo avanzado ya unos cuantos centímetros.
Del mismo modo, la araña, el topo, la rana y la flor aconsejaron a nuestro amigo a desistir.
– ¡No lo lograrás jamás! le dijeron, pero en su interior había un impulso que lo obligaba a seguir.
Ya agotado, sin fuerzas y a punto de morir, decidió parar a descansar y construir con su último esfuerzo un lugar donde pasar la noche.
Estaré mejor, aqui dentro y mañana si tengo fuerzas seguiere, fue lo último que dijo, y murió.
Todos los animales del valle fueron a mirar sus restos. Ahí estaba el animal más loco del pueblo.
Había construido con su tumba un monumento a la insensatez. Ahí estaba un duro refugio, digno de uno que murió por querer realizar un sueño irrealizable.
Una mañana en la que el sol brillaba de una manera especial, todos los animales se congregaron en torno a aquello que se había convertido en una advertencia para los atrevidos.
De pronto quedaron atónitos. Aquella concha dura comenzó a quebrarse y con asombro vieron unos ojos y una antena que no podía ser la del gusanito que creían muerto.
Poco a poco, como para darles tiempo de reponerse del impacto, fueron saliendo las hermosas alas arco iris de aquel impresionante ser que tenían frente a ellos: una mariposa.
No hubo nada que decir, todos sabían lo que haría: se iría volando hasta la gran montaña y realizaría un sueño; el sueño por el que había vivido, por el que había muerto y por el que había vuelto a vivir. Todos se habian equivocado.
Ojala todos aprendamos del pobre gusano, y no dejemos que gente sin sueños, nos roben los nuestros, aunque a veces parezca imposible, todos pueden estar equivocados.
Javier Soler

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