La ansiedad la podemos definir como
una consecuencia adaptativa del ser humano a las exigencias de nuestro
entorno. Es un conjunto de reacciones en nuestro cuerpo que nos permite
estar alerta y en movimiento para hacer frente a las amenazas. No obstante, hoy
en día ha pasado de ser una respuesta dentro de los parámetros de la normalidad
a ser una patología de carácter epidémico.
Para “vencer” la ansiedad es
necesario un cambio en nuestro interior (en la forma de percibir y afrontar la
situación ansiogena) como también de nuestros hábitos diarios. Un aspecto que
debemos tener en cuenta son los alimentos a evitar y aquellos que deberíamos
incorporar en nuestra dieta.
A continuación exponemos los
principales alimentos que debemos eliminar, en la medida de lo posible, de
nuestra lista de la compra:
EL CAFÉ Y BEBIDAS EXCITANTES. Provoca
taquicardias, acidez estomacal y síndrome del colon irritable.
Por supuesto, en primerísimo lugar,
tenemos al rey de la ansiedad. No propongo evitarlo radicalmente ya que tiene
efectos beneficiosos si se toma de forma dosificada, pero el consumo constante
a largo plazo puede provocar efectos indeseables. El café activa el sistema
nervioso autónomo simpático provocando una dilatación de los vasos sanguíneos y
un aumento de la frecuencia cardíaca (una de las primeras consecuencias es la
taquicardia que consiste en un aumento significativo de los latidos del
corazón) que si persiste, puede favorecer la aparición de un tipo de
arritmia llamada fibrilación atrial. Otras consecuencias de la toma regular de
café a largo plazo son:
·
constricción
de los vasos sanguíneos
·
acidez
estomacal
·
diarreas
·
síndrome del
colon irritable
·
migrañas
·
trastornos
del sueño.
LOS ALIMENTOS CON UN CONTENIDO ALTO EN
AZÚCARES. Hidratos de carbono simples, repostería, bollería, chocolate,
azúcares refinados…
Los hidratos de carbono simples
provocan un aumento de glucosa en el momento en el que son ingeridos.
La ingesta de este tipo de alimentos
provoca altibajos en nuestras reservas energéticas: en primera instancia se
produce un aumento agudo de energía pero al cabo de unos minutos decae
significativamente. Nos da una sensación de pérdida de control y para
recuperarlo debemos ingerir más cantidad de glucosa. Así se instaura un círculo
vicioso que si no sabemos controlar acaba por obligarnos a consumir
compulsivamente.
CARNE. Para ser más precisos, carne roja.
La carne, y en especial la roja en
concreto, aún siendo una fuente de proteínas importante, es un alimento que
resulta muy difícil de asimilar por nuestro organismo. A nuestro sistema
digestivo le cuesta horrores desmenuzar la carne y absorber sus proteínas de
forma que es posible que al digerirla nos evoque una sensación de pesadez. Su
consumo no provoca ansiedad pero sí puede empeorar nuestra situación de
malestar.
A continuación se especifican los
alimentos que debemos insertar en nuestros hábitos alimenticios para reducir la
ansiedad:
SEMILLAS DE AMAPOLA. Posee cualidades calmantes.
Se recomienda su consumo en épocas
de tos nerviosa, y en estados de ansiedad debido a sus propiedades
ansiolíticas. No es bueno su abuso dado su potencial sedante, pero si se puede
consumir con cierta frecuencia. Si se toma en infusión crea un impacto mucho
menor pero afectando a las mismas zonas del organismo. Además nos dará una
sensación de saciedad dado que aporta el 7% de la fibra necesaria diaria. Son
ricas en aceites omega 3 y omega 6 que contribuyen a potenciar la sensación de
relajación.
PESCADO. Ayuda a relajarnos y refuerza el
sistema nervioso.
Regula los omega 3, reduce
enfermedades cardiovasculares y ajusta los niveles de azúcar en sangre. Además
contiene magnesio que participa en los procesos de relajación y fortalece el
sistema nervioso. Aporta calcio a nuestro organismo (sobre todo el pescado de
espina comestible) que ayuda a la transmisión del impulso nervioso. Es
recomendable consumir de 2 a 4 veces por semana.
PROBIOTICOS: YOGUR Y KÉFIR. Disminuyen el
estrés y aumentan el relax.
Tienen efectos potenciadores del
neurotransmisor GABA (es inhibitorio y regula muchas funciones corporales,
principalmente está implicado en el incremento de la sensación de
tranquilidad). Disminuyen la hormona corticosterona, involucrada en la
aparición del estrés, depresión y ansiedad. Los principales alimentos
probióticos son: yogur, kéfir, chocolate negro (reduce el cortisol), chucrut,
sopa de miso…
Son alimentos imprescindibles en
nuestra dieta dado que facilitan los procesos de repoblación de la flora intestinal
con bacterias buenas.
TRIPTOFANO: PIÑA, PLÁTANO Y LEGUMBRES. El
aminoácido de la felicidad.
El triptofano es el precursor de la
serotonina. Se le llama el aminoácido de la felicidad ya que ayuda a mantener
los niveles de serotonina necesarios para nuestro bienestar. Cereales
integrales, lácteos, piña, plátano, legumbres, salmón y nueces son algunos de
los alimentos que contienen este aminoácido esencial (los aminoácidos
esenciales son los que necesitamos obtener a través de la dieta ya que nuestro cuerpo
no los produce por sí mismo).
ALMENDRAS. Ayudan a conciliar el sueño.
Tienen un alto contenido en
magnesio. Reducen la sensación de hambre gracias a su gran poder saciante. Su
consumo durante el día ayuda a dormir y descansar mejor.
ALGAS. Son un potente relajante cerebral.
Fuente de magnesio y ricas en
vitaminas del grupo B que ayudan al buen desarrollo y mantenimiento del sistema
nervioso, así como a la buena asimilación del hierro (previniendo enfermedades
como la anemia perniciosa (anemia por falta de vitamina B12)). Algunas de
ellas como la alga espirulina, contienen un gran número de aminoácidos
esenciales, entre ellos el triptófano que como ya hemos indicado anteriormente,
promueve una sensación de bienestar en nuestro organismo, es un calmante
cerebral y ayuda a modular los pensamientos negativos.
Es recomendable que estos alimentos sean
lo más integrales, artesanos y libres de químicos posible (sobre todo el
pescado dado su alto contenido en metales pesados como el mercurio).
Éstos son algunos de los alimentos que
en épocas de ansiedad nos ayudaran a controlarla y a sentirnos mejor. No
obstante no nos podemos olvidar que lo más importante para hacer frente a la
angustia es detectar la raíz del problema y cambiar nuestra visión respecto a
él, así como adoptar medidas como la meditación y el ejercicio físico moderado
y constante. De cualquier modo también es recomendable acudir a un especialista
para que, con terapia, le ayude a conllevar mejor la situación.
Júlia Olivé
Psicóloga
Psicóloga
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