sábado, 22 de junio de 2013

REFLEXIONES DE UN PIANO

Esta reflexión me he permitido tomarla prestada de EAEHD, suprimiendo las imágenes de niños del Hospital. Besos a todos por vuestro gran trabajo.

Ana Belén

REFLEXIONES DE UN PIANO

Decía R.M. Rilke que la mayoría de los acontecimientos son inexpresables, que suceden en un espacio interior donde no se hallan las palabras… Mi llegada al hospital forma parte de esas experiencias únicas que quedan grabadas en un rincón silencioso, a menudo ligado exclusivamente al mundo de las emociones. A pesar de la dificultad, os voy a hablar un poco de mi aterrizaje en este nuevo sitio, un lugar especial donde espero servir muchos años. Por cierto, olvidaba presentarme. Me llamo Tocatú y soy un piano Casio.


Esta mañana llegué puntual y algo nervioso. Sabía que tendrían que moverme bastante, de un sitio para otro. Ascensores, pasillos… Aunque desconocía dónde me harían sonar primero, al verme tan bien rodeado de buenos músicos comprendí que todo saldría estupendamente, allí donde fuera que me encontrara. Era el principio de una bienvenida calurosa y emotiva. Todos parecían muy contentos. Empezaba la magia.


Tras un breve calentamiento durante el desayuno, me pusieron a funcionar. En la primera habitación que entré había un niño que iluminaba toda la estancia con sus ojos vivaces; unos ojazos repletos de chispa y asombro que alucinaban con la escena musical. La gente cantaba, tocaban los músicos entusiasmados… ¡Qué bien sonaban mis teclas en aquella sala, acariciado por manos expertas (y alguna otra menos diestra, pero igualmente devota…)! Creo que fuera llovía. No hacía falta el sol; brillaban las pupilas de aquel niño.

También me encontré con un hermoso bebé, arrullado por su madre, el cual se relajaba al compás de la melodía en la habitación de enfrente. Al parecer era su primer día fuera del aislamiento, una alegría para todos.

Luego me llevaron a ver a dos niñas. A la primera le tuvieron que hacer una ecografía justo a medio de la sesión de cánticos. Aproveché para descansar un poco mientras admiraba el tamaño y la precisión de los aparatos que allí había; llevaban otro ritmo. Recuerdo que la doctora dijo al marcharse: “¡Qué bueno lo que estáis haciendo! No sabéis lo triste que la niña estaba antes”. Entonces advertí que en aquel momento la chiquilla sonreía a lo ancho, lucía preciosa. Todas mis conexiones vibraron conmovidas... Como colofón final de la visita, “Ai se eu ti pego”. Ninguno se libró de bailar. Creo que ni el mismísimo Cristiano Ronaldo le habría puesto más pasión a cada uno de los movimientos. La segunda niña esperaba la misma canción en la habitación contigua; otra dulce criatura que acabó embelesada tras el despliegue de música que se montó a los pies de su cama. Satisfecha por la canción de moda y por alguna más del repertorio infantil, la pequeña princesita se despidió con una mirada de caramelo.

Después de varias horas de gratificante trabajo, me trasladaron a un cuarto junto con el resto de la orquesta, donde espero con júbilo la siguiente sesión. Para un instrumento como yo, venir al hospital ha sido algo genial, maravilloso. ¡Y pensar que siempre soñé con ser piano de cola…! Ahora, tras formar parte de la orquesta en la maleta, no me cambiaría ni por el más largo de la Filarmónica de Londres. Porque me han regalado la mejor ovación, detalles inolvidables: rostros llenos de ilusión, sonrisas que acarician el alma, música sanadora, alegría de vivir… Además, tengo la absoluta certeza de que siempre me van a tocar en clave de corazón.

En fin, que hoy ha sido un día especial y sorprendente, también con varios descubrimientos “amarillos”,  como diría Albert Espinosa. Uno de esos días en los que acabas recibiendo mucho más de lo das. Un humilde homenaje al espíritu humano, ese que traspasa las barreras de la enfermedad y consigue fluir libre a través de la música.


 Gracias a todos por la entrañable acogida. Celebro estar con vosotros. 






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