martes, 16 de julio de 2019

LA RANA QUE NO SABÍA QUE ESTABA HERVIDA, de Olivier Clerc


Hoy he dedicado una parte de la mañana en leer viejos correos que aún no había abierto, y entre ellos, he encontrado uno en el que una amiga me recomendaba un libro cuyo título es el mismo que el de esta nota. Luego me he puesto a repasar las “Noticias” de mi facebook y veo que nuestro común amigo Fermín Díez Pérez había publicado un extracto –la metáfora de la ranita- de ese mismo libro y, como no creo en las casualidades, pienso que por algo ha de ser que me haya llegado por dos vías bien distintas casi la misma información.
 
Oliver Clerc, nacido y criado en Ginebra hace 52 años, vive en la actualidad en la región de La Borgoña, en Francia. Escritor, editor y traductor hay quien dice de él que también es filósofo. Yo más bien me limito a pensar que es un buen psicólogo, gran observador y, sobre todo, especialista en bienestar, desarrollo personal y métodos de autoayuda, eso que hoy venimos a llamar un “coach psico-emocional”.
Tiene varios libros editados abarcando las más diversas disciplinas tales como medicina, psicología, religión y, como no, filosofía. Todos ellos con un objetivo común: ayudar a contribuir en el equilibrio emocional de las personas.
En el original planteamiento de este libro, que tuvo un gran éxito en España y en otros países donde se ha editado, Oliver Clerc, incluye aquellas disciplinas que, de una u otra forma, contribuyen y afectan al equilibrio emocional de las personas. Su lenguaje es sencillo y diáfano, más bien cercano a un cuento o una fábula, sin que se tenga la necesidad de tener conocimientos profundos de filosofía y psicología. Usa con verdadera maestría la técnica de la parábola o la metáfora.
Siete son las, llamémosles fábulas, que narra el autor: Una rana en una cazuela hirviendo, un brote de bambú que tarda en salir, una mariposa que lucha por salir de su crisálida… en fin, éstas y otras más que el autor utiliza para hacer una formidable semblanza con el ser humano.
La primera fábula, la que da nombre al libro, es magistral. En ella nos cuenta que una ranita metida en un caldero lleno de agua, no se da cuenta que lo han puesto sobre el fuego y que, poco a poco, el agua se va calentando sin que ella lo pueda percibir hasta que empieza a notar que el agua ya le es molesta y que, de hecho, la está quemando, la están cocinando.
En esa breve narración, el autor, nos pone sobre aviso sobre los cambios que se van produciendo, poco a poco, a nuestro alrededor sin que, de ello, nos demos cuenta como, por ejemplo, la pérdida de valores humanos en esta sociedad que nos está tocando vivir, o la degeneración en las relaciones de la pareja, o con los hijos, incluso, con los educadores de nuestros hijos y así un sinfín de casos coincidentes en la mente de cada uno de sus lectores que nos hace ver que ese problema puede ser perfectamente extrapolable a cualquier persona, o a toda una sociedad sea en el país que sea.
Pero mejor os dejo con un resumen de esa magnífica metáfora y sed vosotros o vosotras mismas quienes reflexionéis sobre lo que Clerc nos trata de decir y si tiene razón o no. Con ella os dejo; dice así:
"Imagínate una cacerola llena de agua fría en la cual nada tranquilamente una pequeña ranita.
Un pequeño fuego se enciende bajo la cacerola, y el agua se calienta lentamente.
El agua despacio... despacio... se va poniendo tibia, y la ranita encuentra esto más bien agradable, y continúa nadando.
La temperatura del agua sigue subiendo...
Ahora el agua está caliente, más de lo que la ranita pueda gozar, se siente un poco cansada pero no obstante eso, no se asusta.
Ahora el agua está verdaderamente caliente y la ranita comienza a encontrar esto desagradable, pero está muy debilitada; entonces soporta y no hace nada.
La temperatura continúa subiendo, hasta cuando la ranita termina simplemente... cocinándose y muriendo.
Si la misma ranita hubiera estado metida directamente en el agua a 50 grados, con un golpe de sus patas inmediatamente habría saltado fuera de la cacerola.
Esto demuestra que, cuando un cambio viene de un modo suficientemente lento escapa a la conciencia, y no provoca en la mayor parte de los casos ninguna reacción, ninguna oposición, ninguna revuelta…
Si miramos lo que sucede en nuestra sociedad desde hace algunas décadas, podemos ver que estamos sufriendo una lenta deriva a la cual nos estamos habituando.
Una cantidad de cosas que nos habrían hecho horrorizar 20, 30 o 40 años atrás han sido poco a poco banalizadas, y hoy a penas preocupan, o dejan directa y completamente indiferente a la mayor parte de las personas.
En nombre del progreso, de la ciencia, y del aprovechamiento, se efectúan continuos ataques a las libertades individuales, a la dignidad, a la integridad de la naturaleza, a la belleza y a la felicidad de vivir. Lentamente, pero inexorablemente, con la constante complicidad de las víctimas, inconscientes, o quizás incapaces de defenderse.
Las negras previsiones para nuestro futuro en vez de suscitar reacciones y medidas preventivas, no hacen más que preparar psicológicamente a la gente para aceptar las condiciones de vida decadentes, y también dramáticas.
El martilleo continuo de informaciones por parte de los medios satura los cerebros, que no están ya en condiciones de distinguir las cosas.
Cuando hablé de esto por primera vez, era pensando en el mañana...
¡¡¡ Ahora es para HOY !!!
¡Conciencia o cocción, debemos elegir!
Entonces, si no estás como la ranita, ya medio cocinad@, da un saludable golpe con tus patas ¡antes que sea demasiado tarde!"
Esta es la fábula en cuestión y de ella se podría extraer un gran interrogante: ¿en qué medida los cambios han de ser lo suficientemente lentos como para que no podamos percatarnos de ellos; o dicho de otra manera, hasta qué punto los cambios que suceden de forma lenta y paulatina pasan inadvertidos para quien los ha de vivir… ¡y sufrir!?
 
Bajo mi punto de vista personal, el primer paso que hemos de dar, para que no nos ocurra lo que a la ranita de la fábula, es asumir con responsabilidad el estado de todo aquello que nos rodea y centrarnos en sus posibles consecuencias. Por ejemplo, en cuanto a la situación política, o de crisis social y económica, o de la pérdida de valores humanos que nos está tocando vivir, donde apenas tenemos tiempo de digerir la información ni se nos da la oportunidad de pensar razonadamente por el bombardeo constante de los medios de comunicación, hemos de estar siempre en estado de alerta y huir de la rutina que nos llevaría a convencernos que los hechos que nos rodean, por repetitivos, son habituales convenciéndonos de que nada puede ser de otra forma que la que nos están imponiendo.  ”Si no luchas, no te quejes”, dijo Paulo Coelho, yo opino igual.

Jaime Bel Ventura





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