Aquí
está el cuento:
http://www.educacion-manosunidas.org/Recursos/Sira_y_el_Pajaro_Negro_Cs_P_4.pdf
En la
aldea donde vive Sira, es costumbre que, cuando nace un bebé, su
papá le
fabrique un sonajero, porque su sonido, dicen, aleja las
enfermedades.
Sira
quiso que el de su hermanito pequeño fuera diferente y lo pintó de
verde.
¡Le quedó precioso!
En el
pueblo todos saben que, cuando llega la noche, hay que guardar
muy
bien esos sonajeros, porque, con la oscuridad, el Pájaro Negro
sobrevuela
la aldea buscándolos y se los lleva en el pico a su nido en lo
alto de
la montaña.
Una
noche, sucedió lo que todos en la familia temían. El Pájaro Negro
encontró
el sonajero verde del hermanito de Sira y, sin que nadie se
diera
cuenta, se lo llevó a su guarida.
Cuando
amaneció, el bebé no paraba de llorar. Había perdido el color de
la cara
y el brillo de los ojos. Su mamá no sabía qué le pasaba e
intentaba
calmarle acunándole en sus brazos. Cuando a mediodía
regresó
su papá de trabajar en el campo, se dio cuenta de que el
sonajero
no estaba.
- ¿Qué
vamos a hacer ahora?, preguntó mamá muy asustada.
-
Tendremos que recuperar el sonajero, dijo papá decidido.
- Pero
eso es imposible, nunca nadie ha conseguido llegar hasta el nido
del
Pájaro Negro, el camino está lleno de peligros, se lamentó mamá.
Sira,
permanecía sentada a las puertas de la cabaña escuchándoles.
Mientras
se abrazaba las rodillas lloraba por su hermanito enfermo. No
podía
permitir que se muriera el bebé y, como siempre había sido una
niña
muy valiente, decidió ir ella a buscar el sonajero. Se levantó de un
salto
y, sin pensárselo dos veces, agarró la bolsa de tela que llevaba a la
escuela
y echó en ella todos los cacahuetes que pudo coger y un par de
tortas
de maíz. Sin hacer ruido, y a escondidas, emprendió el camino. Sira y el pájaro
negro 2.
Más
allá de la fuente donde cada mañana recogía el agua, comenzaba el
sendero
en el que los niños tenían prohibido adentrarse. Sira sabía que
estaba
desobedeciendo y el miedo hacía que le temblasen un poco las
piernas,
pero pensar en su hermanito enfermo le dio valor para continuar
caminando.
De
repente, cuando pasaba cerca de un gran charco de aguas
estancadas,
escuchó un ruido. Era un zumbido muy fuerte, parecido al de
las
tormentas de aire. Cuando quiso darse cuenta, tenía delante un
enorme
enjambre de Mosquitos Gigantes de esos de los que
tantas
veces había oído hablar. Eran tan grandes como ella y tenían una
boca
inmensa con unos dientes afilados como los de un león.
La
mayoría de las niñas de la aldea no podían ir a la escuela, pero la
mamá y
el papá de Sira querían que estudiara igual que sus hermanos
mayores
y, por eso, no faltaba ningún día a clase. A Sira le gustaba mucho
aprender,
y siempre estaba bien atenta a lo que les contaba la profesora.
Recordó
que la maestra les decía que si alguna vez tenían un problema
muy
difícil de resolver, tenían que utilizar su imaginación y lacabeza.
Y
entonces, pensó que si los mosquitos tenían esa boca tan enorme con
esos
dientazos, seguro que eran muy comilones. Sacó los cacahuetes que
llevaba
en su bolsa y los esparció por el suelo. Los mosquitos se lanzaron
a toda
velocidad a comerlos y se olvidaron de ella, dejando el camino
libre.
Sira corrió como nunca en la vida lo había hecho y enseguida los
perdió
de vista.
Había
superado la primera prueba, pero sabía que todavía le quedaba
mucho
camino por delante hasta llegar a lo alto de la montaña.
El sendero
acababa en un río muy ancho que no tenía más remedio que
cruzar
si quería llegar al nido del Pájaro Negro. Sira no sabía nadar bien,
pero
ese no era el mayor de los problemas. Lo malo eran los Gusanos
Azules
que habitaban en el agua. Eran unos animales muy peligrosos
que
atacaban a todos los que intentaban entrar en el río e, incluso, a los
que se
acercaban a la orilla a beber.Sira y el pájaro negro 3.
Sentada
a los pies de un árbol, Sira se acordó otra vez de su maestra.
-La
maestra siempre nos dice que si somos generosos recibiremos la
ayuda
de los demás cuando la necesitemos, pensó. Yo hago todo esto
para
ayudar a mi hermanito pero ¿a quién puedo pedir ayuda? ¡Aquí no
hay
nadie!
En ese
momento, el árbol empezó a moverse y los que estaban a su
alrededor,
también:
-Hola
pequeña, ¿cómo te llamas?, preguntó el árbol en el que se
apoyaba.
-Me
llamo Sira, respondió con sorpresa la niña.
-¿Y qué
te trae por aquí?, le dijo el árbol. Este no es un lugar seguro para
una
niña.
Sira
les explicó su historia y los árboles, conmovidos, inclinaron las ramas
superiores
hasta que sus puntas se tocaron suavemente. Desde abajo,
Sira
los oía susurrar mientras movían las hojas. Tras un rato de
deliberación,
los árboles volvieron a erguirse, pidieron a Sira que se
alejara
un poco, y comenzaron a sacudirse con fuerza, para dejar caer sus
ramas
más viejas. Con ellas construyeron entre todos una balsa para que
la niña
pudiera cruzar al otro lado del río sin que los gusanos la
atraparan.
-Muchas
gracias por vuestra ayuda, nunca olvidaré lo que habéis hecho
por mí,
gritó Sira cuando llegó a la orilla de enfrente.
-Suerte
en tu camino, Sira, respondieron los árboles.
Sira
empezó a subir la montaña. Ya estaba anocheciendo y las sombras la
asustaban.
Cerca de la cima, vio que el último tramo del camino estaba
cubierto
de pinchos envenenados que el Pájaro Negro había sembrado
para
defender su nido.Sira y el pájaro negro 4.
La
valiente niña no desfalleció ante el nuevo obstáculo y, una vez más,
usó la
cabeza para buscar una solución. Mientras pensaba, sentada al
borde
del camino, acariciaba suavemente unas hierbas de mimbre que
cubrían
el campo que tenía al lado. Entonces, se le ocurrió un truco:
usaría
parte de ese mimbre para hacer una larga alfombra, como le
había
enseñado su mamá. Así podría pisar sobre los pinchos sin hacerse
daño.
Durante
un buen rato, tejió y tejió, y cuando terminó, extendió poco a
poco la
larga alfombra sobre el suelo y andando con mucho cuidado,
consiguió
evitar los peligrosos pinchos. La noche había teñido todo de
negro,
pero la luna también quiso ayudar a la pequeña Sira y salió más
llena
que nunca iluminando todo con su luz blanca.
Sira
sabía que cada vez faltaba menos para salvar a su hermano y eso
parecía
darle alas. Continuó el ascenso, y en menos tiempo de lo
esperado,
alcanzó el nido. Estaba tranquila porque, como era de noche,
sabía
que el Pájaro Negro estaría fuera un buen rato buscando sonajeros.
El nido
era enorme y tuvo que hacer un esfuerzo muy grande para
conseguir
asomarse a su interior. Cuando lo consiguió, descubrió que el
nido
estaba lleno de sonajeros que, durante años, el Pájaro había ido
robando
a los niños de la aldea.
Sira
localizó enseguida el de su hermanito, porque era el único de color
verde.
Lo cogió rápidamente y lo metió en su bolsa. Y luego, como sabía
que
cada sonajero salvaría a un niño, guardó en el saco y en los bolsillos
todos
los que pudo.
Contenta,
emprendió el camino de regreso a la aldea, acompañada por el
dulce
sonido de los sonajeros.Sira y el pájaro negro 5.
Mientras
tanto, todos en la aldea estaban muy preocupados por ella.
Llevaban
toda la noche buscándola y sus papás estaban muy tristes
pensando
que podía haberle pasado algo malo. Cuando la vieron
aparecer
corriendo por el camino, se pusieron tan contentos que ni
siquiera
la regañaron por haberse escapado. Y su alegría se desbordó
cuando
la niña enseñó a todo el pueblo lo que traía. Uno a uno fue
entregando
los sonajeros a sus dueños y, cuando terminó, corrió a su
cabaña
para hacer sonar con fuerza el juguete verde ante su hermanito,
que
dormía feliz sobre su esterilla. El niño había recobrado el color y el
brillo
de los ojos, y volvió a ser un bebé sano.
Durante
meses no se habló de otra cosa en la aldea. Nunca nadie había
conseguido
llegar hasta el pico de la montaña y ¡mucho menos una
niña!,
no podían entender cómo lo había logrado. Todos querían escuchar
su
historia.
-Debes
tener poderes especiales, le decían unos.
-Y una
fuerza como la de un león, le decían otros.
Sira
reía mientras movía la cabeza a derecha e izquierda, negando.
- Sólo
hice lo que la maestra me ha enseñado en la escuela: ¡Usé la
cabeza
y la imaginación para vencer los problemas!
La
historia de Sira había hecho reflexionar a muchos padres, que
decidieron
que sus hijas también tenían que ir a la escuela.
Sira
siguió estudiando para lograr algún día que el Pájaro Negro se
marchase
para siempre de allí y que ningún niño más enfermase
por su
culpa.
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