De: http://internacional.elpais.com/internacional/2014/12/23/actualidad/1419361380_753332.html?id_externo_rsoc=fb_CM
La Navidad es una bella y tierna leyenda ya que Jesús no nació ni el 24 de diciembre, ni en Belén, ni en un pesebre
Cada año, al acercarse la Navidad hay siempre quien me pregunta, recordando mis estudios bíblicos: “¿Donde nació de verdad Jesús?” ¿Es verdad que no nació en Belén sino en la minúscula aldea de Nazaret, en la región de Galilea?
¿Es cierto que no nació el 24 de diciembre? ¿Se sabe lo que hizo hasta aparecer en público con 30 años? ¿Estaba casado? ¿Tuvo hijos? ¿Por qué lo mataron? ¿Por revolucionario político o por desafiar el poder del Templo judío?
La Navidad tal y como la viven los cristianos, católicos, protestantes o evangélicos es hoy más bien una leyenda según los expertos en estudios bíblicos. Una bella y tierna leyenda creada, para que se cumplieran las profecías según las cuales el Mesías debería ser de la estirpe de David que había nacido en Belén.
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En realidad Jesús y toda su familia eran de Nazaret. Todos judíos. La leyenda del nacimiento de Jesús cuenta que, nació en invierno, en un pesebre, entre animales que le ofrecían calor, adorado por tres reyes de Oriente que le llevaron de regalo oro, incienso y mirra.
Junto con la de su nacimiento en Belén nació también la leyenda de la huida a Egipto porque el rey Herodes quería matar al niño. Como no consiguió encontrarlo, habría mandado matar a todos los niños menores de dos años. Una historia preñada de simbolismos que acaba gustando a pequeños y grandes.
La leyenda del nacimiento de Jesús es silenciada por dos de los cuatro evangelios canónicos: el de Marcos, considerado el más antiguo, y el de Juan. Ellos inician el relato de la vida de Jesús cuando era ya adulto. Dan por hecho que Jesús y toda su familia eran oriundos de la aldea de Nazaret tan pequeña que no aparece en los mapas de aquel tiempo. Tan rural, que en ella se hablaba un dialecto del arameo, la lengua oficial. El hebreo se había convertido en una lengua de culto. Tan insignificante en aquel tiempo que los fariseos, ante la fama que iba ganando el profeta, se preguntaban “si en Nazaret podía nacer algo bueno”.
El judío Jesús que daría origen al futuro cristianismo nació sin cantos de ángeles, sin magos llegados del Oriente para adorarlo, sin pesebre y sin ser perseguido por Herodes. No nació el 24 de diciembre, por el simple hecho de que en ninguno de los textos evangélicos se habla de esa fecha. Fue escogida por la Iglesia más tarde porque los cristianos querían celebrar la festividad de su nacimiento.
Se decidió que fuera el 24 de diciembre porque era la gran fiesta de Roma, la fiesta al dios Sol. La Iglesia bautizó como cristiana la gran festividad pagana de los romanos.
Otro de los argumentos de los biblistas para defender que Jesús nació en Nazaret se refiere al hecho de que a los judíos se les designaba o por el nombre del padre o por el del lugar del nacimiento. Jesús debería haberse llamado o Jesús de José o Jesús de Belén, algo que no aparece en ningún texto evangélico. En ellos, en todos, se le llama siempre Jesús de Nazaret.
Una cosa es cierta: nadie sabe lo que Jesús hizo hasta los 30 años que es cuando aparece en público. Se ha querido defender últimamente que Jesús era analfabeto. Nada más falso. Si acaso, el misterio radica en saber como sabía tanto tras haber vivido hasta entonces encerrado en el pequeño pueblo de Galilea trabajando como carpintero o peón de albañil.
En efecto, a los 30 años Jesús se muestra capaz de discutir con los doctores de la ley, conocía los textos sagrados del judaísmo, varias culturas como la griega o la de los gnósticos y otras religiones como el budismo.
Jesús era culto y hasta intelectuales como Nicodemo iban a encontrarse con él de noche, a escondidas, para discutir temas filosóficos como el de la metamorfosis indispensable para poder dar un salto cuántico del frío culto a la ley a la libertad de espíritu del nuevo Reino por él anunciado.
Nacen así las hipótesis de que en vez de haberse quedado en Nazaret hubiese podido viajar a Egipto y hasta a la India durante su juventud. Conocía bien la cultura griega. Cuando los apóstoles le presentan un grupo de griegos que querían conocerle, usa con ellos de una fina ironía. A sabiendas de que para ellos la belleza corporal era fundamental y criterio de poder, Jesús les cuenta la parábola de la simiente, la cual si no se pudre en la tierra y no se la cubre de estiércol, no nacerá ni dará frutos. Lo opuesto a los puros criterios de la estética de la belleza griega.
¿Qué si Jesús estaba casado? Pocos teólogos y expertos en cuestiones bíblicas tanto católicos como protestantes lo ponen hoy en duda. Era práctica inconcebible para un judío de su tiempo no tener familia y descendencia ya que el judaísmo se transmite de madre a hijo.
Tan fuerte era ese motivo que en la Biblia a los patriarcas cuyas esposas eran estériles, Dios les pedía que se acostasen con una de las esclavas para darles descendencia. Fue el caso, por ejemplo, de Abraham casado con Sara que no podía procrear.
Jesús estuvo casado sin duda con la Magdalena que no era, como sostuvo durante siglos la Iglesia, una prostituta o endemoniada
¿Con quién estaba casado? Sin duda con la Magdalena, que no era, como sostuvo durante siglos la Iglesia, una prostituta o endemoniada. Con mucha probabilidad era una conocedora de la doctrina gnóstica, como aparece en algunos evangelios de aquella secta. A ella confiaba sus mayores secretos, algo que despertaba los celos de Pedro: “¿Por qué a ella y no a nosotros?”, se pregunta en uno de los evangelios gnósticos.
De no haber sido su mujer no hubiese sido a ella a quien se le apareció el día de la resurrección, antes aún que a su madre. Pedro se quedó perplejo preguntándose por qué no se les había aparecido a ellos, sus discípulos, ya que además las mujeres no contaban nada, ni eran creíbles en aquel tiempo. Ni siquiera como testigo ante un juez.
Fue siempre ese hecho el gran quebradero de cabeza de Tomás de Aquino, doctor de la Iglesia, que se murió sin entender por qué Jesús no se apareció antes que a nadie a Pedro, que era el jefe del grupo de apóstoles y lo hizo a una mujer.
¿Entonces, si no nació en Belén ni el 24 de diciembre vale la pena celebrar la Navidad? Sí, porque esa leyenda lleva en su entraña la añoranza del ser humano de pararse una vez al año para celebrar la vida, para apostar por la paz, un paréntesis para el perdón y la aceptación de los otros, sobretodo de los diferentes.
¿No fue por ser diferente, por no doblegarse al poder tirano e injusto, por predicar el perdón, bendecir a prostitutas y endemoniados y tocar a leprosos por lo que Pilatos mandó clavarlo aún joven en una cruz? Dónde y cuándo nació importa menos.
Mi amigo Jorge Perelló me escribe para felicitarme la Navidad, que dice “existe sólo para los rechazados”, y añade: “el resto es leyenda, historia y hasta superstición”.
Es cierto, pero en ese caso en la Navidad cabemos todos ya que de un modo u otro todos somos de algún modo rechazados por alguien, pobres de algo, solitarios, exiliados, a veces de nosotros mismos y a la vez buscadores de esa paz que el mundo rechaza porque es más fácil matar o mandar matar, que amar y perdonar.
Por eso, a pesar de todo,
¡Feliz Navidad!
Autor del artículo
Juan Arias es un periodista, filólogo y escritor nacido en Arboleas, Almería (España) en 1932. Uno de sus libros, El Dios en quien no creo, publicado por primera vez luego delConcilio Vaticano II, tuvo muy amplia repercusión y continúa siendo editado ya transcurridas más de cuatro décadas.1
Biografía
Ex-sacerdote de los Misioneros del Sagrado Corazón, orden de la que llegó a ser Secretario General en Roma, Juan Arias realizó estudios universitarios de teología, filosofía, psicología, filología y lenguas semíticas en la Universidad de Roma.
Tras pedir dispensa a Pablo VI para dejar el ministerio sacerdotal, contrajo matrimonio a los veinte años de su secularización. Continuó con una gran actividad como escritor de temas religiosos y corresponsal de prensa hispánica en el Vaticano. Fue corresponsal de El País en Roma y el Vaticano. Sus primeras entrevistas para El País datan de 1977,2 y se extienden hasta el presente.3 Acompañó a Juan Pablo II por todo el globo, escribiendo la crónica de sus viajes. Actualmente, y desde hace años, es corresponsal en Brasil. Se ha ocupado además de las relaciones de dicho diario español con las universidades y ha realizado tareas de defensor del lector. Ha sido asimismo responsable de Babelia, el suplemento cultural del periódico.4
Es miembro del comité científico del Istituto Europeo di Design. Recibió la Cruz de Oficial de la Orden del Mérito Civil por el conjunto de su obra como periodista y escritor.4 En1985, fue galardonado con el Premio Castiglione di Sicilia (premio concedido por el ayuntamiento de esa ciudad siciliana y de gran prestigio en Italia) al mejor corresponsal extranjero y el Premio a la Cultura del gobierno italiano.
En su trabajo como filólogo destaca su descubrimiento en la Biblioteca Vaticana del único códice existente escrito en arameo, dialecto que supuestamente habló Jesús de Nazaret, buscado desde hacía siglos.5
Obra
Es autor de varios libros que se han traducido a diferentes idiomas:
- El Dios en quien no creo.1
- Devolvednos a Cristo.6
- Jesús, ese gran desconocido.7
- María, esa gran desconocida.8
- Las galletas profanadas de mi madre.
- El enigma de Wojtyla.9
- El Dios del papa Woytila
- Un Dios para el 2000
- Paulo Coelho: el peregrino de Compostela
- Lalia y sus secretos
- La Magdalena (Editorial Aguilar, 2005)
- La felicidad invisible. La espiritualidad como camino para acceder a ella (Maeva, 2007)
- Proyecto Esperanza (Editorial Aguilar, 2008)
Referencias
- ↑ ab Arias, Juan (2002 (primera edición de 1969)). El Dios en quien no creo (23ª edición). Salamanca: Ediciones Sígueme. ISBN 84-301-0300-7. Consultado el 7 de agosto de 2013.
- ↑ Arias, Juan (27 de octubre de 1977). «"Mientras el marxismo sea lo que es hoy, continuará siendo irreconciliable con el cristianismo"». El País. Consultado el 23 de noviembre de 2013.
- ↑ El País (ed.). «Artículos escritos por Juan Arias en El País». Consultado el 23 de noviembre de 2013.
- ↑ ab Aguilar (ed.). «Juan Arias: Biografía». España. Consultado el 23 de noviembre de 2013.
- ↑ Arias, Juan (2010). La Biblia y sus secretos. Madrid: Aguilar. p. 22. ISBN 978-958-704-133-0. Consultado el 14 de junio de 2015.
- ↑ Arias, Juan (1976). Devolvednos a Cristo. Barcelona: Ediciones Sígueme. ISBN 84-301-0489-5. Consultado el 7 de agosto de 2013.
- ↑ Arias, Juan (2002). Jesús, ese gran desconocido. Madrid: Maeva. ISBN 84-95354-61-6. Consultado el 7 de agosto de 2013.
- ↑ Arias, Juan (2005). María, esa gran desconocida. Madrid: Maeva. ISBN 84-96231-41-0. Consultado el 7 de agosto de 2013.
- ↑ Arias, Juan (1985). El enigma de Wojtyla. 413 páginas. Madrid: El País. ISBN 84-86459-00-1. Consultado el 7 de agosto de 2013.
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