lunes, 29 de junio de 2020

LA MÚSICA ES BUENA PARA LA SALUD



Diez razones que lo demuestran




Con la llegada del verano, llega también la temporada de festivales. Cada fin de semana se suceden propuestas a lo largo y ancho del país. Desde Vilagarcia de Arousa (Pontevedra), donde tiene lugar este fin de semana el Festival del Norte, hasta Isla Cristina (Huelva), donde se celebra en septiembre el Isla Cristina South Pop. Conciertos, conciertos y más conciertos, pero también buen humor. Porque la música, aunque haga vibrar los tímpanos, también es positiva para nuestra salud y nuestro bienestar.
Influye en el humor, en las capacidades cognitivas, en la creatividad e incluso, a veces, en las enfermedades. Sin duda, la música es buena para la mente y para el cuerpo. Hay muchos estudios que ponen de relieve sus numerosos beneficios. Hemos seleccionado algunos de ellos:
1. La música de ambiente nos hace creativos
artist
¿Hay algo más motivador que poner la música a tope mientras nos ocupamos de las tareas que menos nos gustan? La idea no es tan buena, sin embargo, si estamos trabajando.
Según un estudio publicado en diciembre de 2014 en la revista Journal of Consumer Research, la música a un volumen moderado aumenta la creatividad. Es una paradoja: los sonidos que no son tan fuertes dificultan la reflexión, pero eso nos lleva a pensar de forma más abstracta y más creativa.
Ocurre lo contrario cuando la música está muy alta: nuestro pensamiento creativo se bloquea porque el tratamiento de la información que debemos realizar nos desborda. Conclusión: es bueno escuchar música en el trabajo siempre y cuando no te haga explotar los tímpanos.
2. Alivia la depresión
depression music
Al menos, para las madres que acaban de dar a luz. La depresión postparto afecta a muchas mujeres, y no solamente a ellas, sino también a sus bebés.
Varios científicos belgas decidieron proponer a determinadas madres y a sus hijos que participaran en terapias musicales. Parece ser que dichas terapias tuvieron efectos inmediatos en las interacciones entre la mamá y el pequeño que, aparentemente, desarrollaba una mayor autonomía según la web Agence Science-Presse.
No obstante, no hay que dar por hecho que la música sea un remedio para todos los males. Según un estudio publicado en los Archives de médecine pédiatrique et adolescente y dado a conocer por la revista Time, los jóvenes que escuchan música continuamente tienen más riesgo de sufrir depresión.
3. La música nos pone de buen humor
good mood
Seguro que alguna vez te has sentido revitalizado al escuchar música, o te has levantado con el pie derecho al son de uno de uno de tus fragmentos preferidos.
Un estudio publicado en 2013 muestra que la música pone a la gente de mejor humor. Los participantes afirmaron sentir una “excitación y regulación de su humor”, así como una mayor “conciencia de sí mismos”.
Otro estudio publicado el mismo año en el Journal of Positive Psychology apunta a resultados similares. Varios científicos de la Universidad de Missouri que llevaron a cabo dicha investigación destacaron lo siguiente: “Nuestro trabajo respalda un comportamiento que muchas personas ya experimentan: escuchar música mejora su humor”, señala la autora principal de la misma, Yuna Ferguson.
4. La música desestresa...
stress music
Una tesis realizada por un doctorando de la Universidad de Gothenburg revela que escuchar música todos los días disminuye el estrés. La tesis se basa en los resultados de dos estudios según los cuales las personas que escuchan música sienten emociones positivas.
“No obstante, cuando se estudian las respuestas emocionales ante la música, conviene recordar que no todo el mundo reacciona de la misma manera frente a la misma música, y que cada individuo puede responder de forma diferente a una misma canción según el momento en que la escucha y en función de factores individuales y circunstanciales”, explica la autora de la tesis, Marie Helsing. Para experimentar los efectos positivos de la música, hay que escuchar la que a nosotros nos guste.
5...y desarrolla la memoria
learning
¿Quieres que tus hijos tengan memoria de elefante? Sencillo: apúntales a clases de música. Investigadores de Hong Kong han descubierto que los niños que tocan música logran mejores resultados en algunas pruebas de memoria como, por ejemplo, retener diferentes palabras de una lista.
“Cuanto más se habitúa el niño a practicar, mejor es su memoria verbal”, indica Agnes Chan, que realiza un doctorado en psicología en la Universidad de Hong Kong. “Esto apunta a que una mejor memoria verbal en los niños que practican música no sólo es cuestión de una diferencia de edad, del nivel educativo o de las características socioeconómicas de la familia”.
6. Es buena para nuestras capacidades cognitivas en general
counting
La música mejora nuestra memoria, pero este no es el único beneficio que produce en el cerebro. Según este texto de la doctoranda en psicología Joanne Cantor publicado en Psychology Today en mayo de 2013, la música es una caja de sorpresas.
Para empezar, mejora nuestra productividad cuando llevamos a cabo tareas repetitivas. La música alegre, explica Cantor, nos hace más eficaces y precisos en este tipo de situaciones, que al mismo tiempo nos parecen menos aburridas. Asimismo, señala que también mejora nuestra comprensión lectora, pero sólo cuando escuchamos música de ambiente, de fondo, a un volumen bajo.
7. Cuando estamos enfermos, debemos escucharla sin moderación
sick
Aquí tenemos algunos motivos:
  • Disminuye la ansiedad de los pacientes de cáncer: Investigadores de la Universidad Drexel (Estados Unidos) han demostrado que las personas que padecen cáncer y que, o bien escuchan música de manera regular, o bien siguen una terapia musical, constatan una reducción de su ansiedad.
  • Sirve de ayuda durante una operación quirúrgica. Un artículo de Timeinforma sobre una investigación según la cual los pacientes (la mayoría, enfermos de párkinson) que escuchaban música melódica estaban más calmados. Algunos incluso se dormían.
  • Revitaliza nuestro corazón. Según una investigación de la universidad Maryland Medical, escuchar música alegre podría estar relacionado con una dilatación de los vasos sanguíneos, lo que reduciría el flujo sanguíneo. El efecto opuesto también es destacable cuando escuchamos música que nos produce ansiedad.
  • Calma el dolor, de acuerdo con los investigadores del Pain Research Center de la Universidad de Utah.
  • Después de un derrame cerebral, la música permite una mejor recuperación. En cualquier caso, esta es la conclusión a la que se llegó mediante un estudio publicado en 2008 en la revista Brain, que comparaba la memoria verbal de los pacientes que habían escuchado música con la de aquellos que escuchaban audiolibros o que no escuchaban nada.
8. Nos pone eufóricos
euphoria
La música estimula la misma parte del cerebro que la comida o el sexo. Así lo demuestra una investigación realizada en 2001 por el McGill College. Los científicos habían advertido un aumento del flujo sanguíneo en las regiones del cerebro asociadas a la recompensa, la emoción y la excitación.
Para los investigadores, si la música estimula las mismas regiones del cerebro que el sexo o los alimentos, tan importantes para la supervivencia del organismo, es porque la capacidad de escuchar música podría suponer un avance evolutivo.
9. Nos ayuda a completar nuestra ración de deporte necesaria
sport music
Nada nuevo bajo el sol: básicamente, es más agradable correr escuchando algo de música. Pero, ¿por qué? Para empezar, nos distrae; pero, además, puede llegar amejorar nuestros resultados en un 15%.
Otro estudio publicado en 2010 mostraba que los ciclistas eran más eficientes cuando escuchaban música rápida. Pero, atención, tampoco demasiado rápida.
Por otra parte, el ritmo de la música estimula el área motriz de nuestro cerebro. Estos signos nos ayudan a emplear mejor nuestra energía y a encontrar el ritmo adecuado.
10. Reduce los problemas auditivos
deaf
Si eres músico, puede que tengas menos problemas de audición al envejecer. El estudio, publicado en 2011 en la revista Psychology and Aging, muestra que los músicos obtenían una mejor puntuación en los tests auditivos que el resto de las personas, siendo la edad el principal factor diferenciador.
Por ejemplo, un músico de 70 años entendía un discurso en un ambiente ruidoso tan bien como una persona cualquiera de 50 años. Y cuanto más habían practicado, mejores eran sus resultados.
Traducción de Marina Velasco Serrano

Hay que tener un amante - Jorge Bucay



Muchas personas tienen un amante y otras quisieran tenerlo. Y también están las que no lo tienen, o las que lo tenían y lo perdieron. Y son generalmente estas dos últimas, las que vienen a mi consultorio para decirme que están tristes o que tienen distintos síntomas como insomnio, falta de voluntad, pesimismo, crisis de llanto o los más diversos dolores.

Me cuentan que sus vidas transcurren de manera monótona y sin expectativas, que trabajan nada más que para subsistir y que no saben en qué ocupar su tiempo libre. En fin, palabras más, palabras menos, están verdaderamente desesperanzadas.

Antes de contarme esto ya habían visitado otros consultorios en los que recibieron la condolencia de un diagnóstico seguro: "Depresión" y la infaltable receta del antidepresivo de turno.

Entonces, después de que las escucho atentamente, les digo que no necesitan un antidepresivo; que lo que realmente necesitan, ES UN AMANTE

Es increíble ver la expresión de sus ojos cuando reciben mi veredicto. Están las que piensan: ¡Cómo es posible que un profesional se despache alegremente con una sugerencia tan poco científica!. Y también están las que escandalizadas se despiden y no vuelven nunca más
A las que deciden quedarse y no salen espantadas por el consejo, les doy la siguiente definición: Amante es: "
Lo que nos apasiona". Lo que ocupa nuestro pensamiento antes de quedarnos dormidos y es también quien a veces, no nos deja dormir. Nuestro amante es lo que nos vuelve distraídos frente al entorno. Lo que nos deja saber que la vida tiene motivación y sentido.

A veces a nuestro amante lo encontramos en nuestra pareja, en otros casos en alguien que no es nuestra pareja. También solemos hallarlo en la investigación científica, en la literatura, en la música, en la política, en el deporte, en el trabajo cuando es vocacional, en la necesidad de trascender espiritualmente, en la amistad, en la buena mesa, en el estudio, o en el obsesivo placer de un hobby...En fin, es "alguien" o "algo" que nos pone de "novio con la vida" y nos aparta del triste destino de durar.

Y que es durar? - Durar es tener miedo a vivir. Es dedicarse a espiar como viven los demás, es tomarse la presión, deambular por consultorios médicos, tomar remedios multicolores, alejarse de las gratificaciones, observar con decepción cada nueva arruga que nos devuelve el espejo, cuidarnos del frío, del calor, de la humedad, del sol y de la lluvia. Durar es postergar la posibilidad de disfrutar hoy, esgrimiendo el incierto y frágil razonamiento de que quizás podamos hacerlo mañana.

Por favor no te empeñes en durar, búscate un amante, se vos también un amante y un protagonista... de la vida. Piensa que lo trágico no es morir, al fin y al cabo la muerte tiene buena memoria y nunca se olvidó de nadie.

Lo trágico, es no animarse a vivir; mientras tanto y sin dudar, búscate un amante...
La sicología después de estudiar mucho sobre el tema descubrió algo trascendental:


"Para estar contento, activo y sentirse feliz, hay que estar de novio con la vida".





Un cuento: Sira y el pájaro negro




En la aldea donde vive Sira, es costumbre que, cuando nace un bebé, su
papá le fabrique un sonajero, porque su sonido, dicen, aleja las
enfermedades. 

Sira quiso que el de su hermanito pequeño fuera diferente y lo pintó de
verde. ¡Le quedó precioso!

En el pueblo todos saben que, cuando llega la noche, hay que guardar
muy bien esos sonajeros, porque, con la oscuridad, el Pájaro Negro
sobrevuela la aldea buscándolos y se los lleva en el pico a su nido en lo
alto de la montaña.

Una noche, sucedió lo que todos en la familia temían. El Pájaro Negro
encontró el sonajero verde del hermanito de Sira y, sin que nadie se
diera cuenta, se lo llevó a su guarida. 

Cuando amaneció, el bebé no paraba de llorar. Había perdido el color de
la cara y el brillo de los ojos. Su mamá no sabía qué le pasaba e
intentaba calmarle acunándole en sus brazos. Cuando a mediodía
regresó su papá de trabajar en el campo, se dio cuenta de que el
sonajero no estaba.

- ¿Qué vamos a hacer ahora?, preguntó mamá muy asustada.

- Tendremos que recuperar el sonajero, dijo papá decidido.

- Pero eso es imposible, nunca nadie ha conseguido llegar hasta el nido
del Pájaro Negro, el camino está lleno de peligros, se lamentó mamá.

Sira, permanecía sentada a las puertas de la cabaña escuchándoles.
Mientras se abrazaba las rodillas lloraba por su hermanito enfermo. No
podía permitir que se muriera el bebé y, como siempre había sido una
niña muy valiente, decidió ir ella a buscar el sonajero. Se levantó de un
salto y, sin pensárselo dos veces, agarró la bolsa de tela que llevaba a la
escuela y echó en ella todos los cacahuetes que pudo coger y un par de
tortas de maíz. Sin hacer ruido, y a escondidas, emprendió el camino.

Más allá de la fuente donde cada mañana recogía el agua, comenzaba el
sendero en el que los niños tenían prohibido adentrarse. Sira sabía que
estaba desobedeciendo y el miedo hacía que le temblasen un poco las
piernas, pero pensar en su hermanito enfermo le dio valor para continuar
caminando. 

De repente, cuando pasaba cerca de un gran charco de aguas
estancadas, escuchó un ruido. Era un zumbido muy fuerte, parecido al de
las tormentas de aire. Cuando quiso darse cuenta, tenía delante un
enorme enjambre de Mosquitos Gigantes de esos de los que
tantas veces había oído hablar. Eran tan grandes como ella y tenían una
boca inmensa con unos dientes afilados como los de un león.

La mayoría de las niñas de la aldea no podían ir a la escuela, pero la
mamá y el papá de Sira querían que estudiara igual que sus hermanos
mayores y, por eso, no faltaba ningún día a clase. A Sira le gustaba mucho
aprender, y siempre estaba bien atenta a lo que les contaba la profesora.

Recordó que la maestra les decía que si alguna vez tenían un problema
muy difícil de resolver, tenían que utilizar su imaginación y la cabeza.

Y entonces, pensó que si los mosquitos tenían esa boca tan enorme con
esos dientazos, seguro que eran muy comilones. Sacó los cacahuetes que
llevaba en su bolsa y los esparció por el suelo. Los mosquitos se lanzaron
a toda velocidad a comerlos y se olvidaron de ella, dejando el camino
libre. Sira corrió como nunca en la vida lo había hecho y enseguida los
perdió de vista.

Había superado la primera prueba, pero sabía que todavía le quedaba
mucho camino por delante hasta llegar a lo alto de la montaña.

El sendero acababa en un río muy ancho que no tenía más remedio que
cruzar si quería llegar al nido del Pájaro Negro. Sira no sabía nadar bien,
pero ese no era el mayor de los problemas. Lo malo eran los Gusanos
Azules que habitaban en el agua. Eran unos animales muy peligrosos
que atacaban a todos los que intentaban entrar en el río e, incluso, a los
que se acercaban a la orilla a beber.

Sentada a los pies de un árbol, Sira se acordó otra vez de su maestra.
-La maestra siempre nos dice que si somos generosos recibiremos la
ayuda de los demás cuando la necesitemos, pensó. Yo hago todo esto
para ayudar a mi hermanito pero ¿a quién puedo pedir ayuda? ¡Aquí no
hay nadie!

En ese momento, el árbol empezó a moverse y los que estaban a su
alrededor, también:
-Hola pequeña, ¿cómo te llamas?, preguntó el árbol en el que se
apoyaba.

-Me llamo Sira, respondió con sorpresa la niña. 

-¿Y qué te trae por aquí?, le dijo el árbol. Este no es un lugar seguro para
una niña.

Sira les explicó su historia y los árboles, conmovidos, inclinaron las ramas
superiores hasta que sus puntas se tocaron suavemente. Desde abajo,
Sira los oía susurrar mientras movían las hojas. Tras un rato de
deliberación, los árboles volvieron a erguirse, pidieron a Sira que se
alejara un poco, y comenzaron a sacudirse con fuerza, para dejar caer sus
ramas más viejas. Con ellas construyeron entre todos una balsa para que
la niña pudiera cruzar al otro lado del río sin que los gusanos la
atraparan. 

-Muchas gracias por vuestra ayuda, nunca olvidaré lo que habéis hecho
por mí, gritó Sira cuando llegó a la orilla de enfrente.

-Suerte en tu camino, Sira, respondieron los árboles.

Sira empezó a subir la montaña. Ya estaba anocheciendo y las sombras la
asustaban. Cerca de la cima, vio que el último tramo del camino estaba
cubierto de pinchos envenenados que el Pájaro Negro había sembrado
para defender su nido.

La valiente niña no desfalleció ante el nuevo obstáculo y, una vez más,
usó la cabeza para buscar una solución. Mientras pensaba, sentada al
borde del camino, acariciaba suavemente unas hierbas de mimbre que
cubrían el campo que tenía al lado. Entonces, se le ocurrió un truco:
usaría parte de ese mimbre para hacer una larga alfombra, como le
había enseñado su mamá. Así podría pisar sobre los pinchos sin hacerse
daño. 

Durante un buen rato, tejió y tejió, y cuando terminó, extendió poco a
poco la larga alfombra sobre el suelo y andando con mucho cuidado,
consiguió evitar los peligrosos pinchos. La noche había teñido todo de
negro, pero la luna también quiso ayudar a la pequeña Sira y salió más
llena que nunca iluminando todo con su luz blanca. 

Sira sabía que cada vez faltaba menos para salvar a su hermano y eso
parecía darle alas. Continuó el ascenso, y en menos tiempo de lo
esperado, alcanzó el nido. Estaba tranquila porque, como era de noche,
sabía que el Pájaro Negro estaría fuera un buen rato buscando sonajeros.
El nido era enorme y tuvo que hacer un esfuerzo muy grande para
conseguir asomarse a su interior. Cuando lo consiguió, descubrió que el
nido estaba lleno de sonajeros que, durante años, el Pájaro había ido
robando a los niños de la aldea.

Sira localizó enseguida el de su hermanito, porque era el único de color
verde. Lo cogió rápidamente y lo metió en su bolsa. Y luego, como sabía
que cada sonajero salvaría a un niño, guardó en el saco y en los bolsillos
todos los que pudo. 

Contenta, emprendió el camino de regreso a la aldea, acompañada por el
dulce sonido de los sonajeros.

Mientras tanto, todos en la aldea estaban muy preocupados por ella.
Llevaban toda la noche buscándola y sus papás estaban muy tristes
pensando que podía haberle pasado algo malo. Cuando la vieron
aparecer corriendo por el camino, se pusieron tan contentos que ni
siquiera la regañaron por haberse escapado. Y su alegría se desbordó
cuando la niña enseñó a todo el pueblo lo que traía. Uno a uno fue
entregando los sonajeros a sus dueños y, cuando terminó, corrió a su
cabaña para hacer sonar con fuerza el juguete verde ante su hermanito,
que dormía feliz sobre su esterilla. El niño había recobrado el color y el
brillo de los ojos, y volvió a ser un bebé sano.

Durante meses no se habló de otra cosa en la aldea. Nunca nadie había
conseguido llegar hasta el pico de la montaña y ¡mucho menos una
niña!, no podían entender cómo lo había logrado. Todos querían escuchar
su historia.

-Debes tener poderes especiales, le decían unos.

-Y una fuerza como la de un león, le decían otros.

Sira reía mientras movía la cabeza a derecha e izquierda, negando.
- Sólo hice lo que la maestra me ha enseñado en la escuela: ¡Usé la
cabeza y la imaginación para vencer los problemas!

La historia de Sira había hecho reflexionar a muchos padres, que
decidieron que sus hijas también tenían que ir a la escuela.
Sira siguió estudiando para lograr algún día que el Pájaro Negro se
marchase para siempre de allí y que ningún niño más enfermase
por su culpa.

Aquí está el cuento:



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Sira y el pájaro negro. | CHAMLATY.COM  Belmonte-art: Sira y el pajaro negro

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