La meditación se ha definido de muchas formas. Vamos a darte una formulita fácil de entender. Decimos que meditar es hacer que tus emociones y tu mente guarden silencio para que puedas escuchar la voz del SER.
El problema del ser humano es que se ha identificado con su personalidad, compuesta por su cuerpo físico, sus emociones y su mente, y se ha olvidado de quién es en verdad. Con la meditación recuperamos la memoria de nuestro origen divino y nos salimos de la memoria del reino animal que nos hace creer en la muerte, en la carencia, que nos hace ser posesivos y egoístas, nos limita con su sentido de propiedad y posesión y nos encierra en nuestras pequeñas propiedades privadas cuando todo el universo es nuestro patrimonio.
Con la meditación comienzas a descubrir tu verdadero mundo. Un mundo de armonía y belleza, de luz y amor, de fuerza y sabiduría. Un mundo que es tuyo; sólo tienes, simplemente, que decidirte a entrar y, poco a poco, los esplendores de tu alma comenzarán a introducirse en tu vida diaria.
Se reconocía como una práctica positiva y desestresante, pero nunca se había probado, mediante la neurociencia que meditar le hiciera bien a nuestro cerebro y cuerpo. Hoy, existen extensas y profundas investigaciones que prueban que meditar favorece la plasticidad de nuestro cerebro, acelera nuestras conexiones neuronales y estimula, entre otros, la empatía y la compasión. Genial.guru quiere compartir contigo esta valiosa información que te dará argumentos contundentes para incluir la meditación en tu vida diaria.
Sara Lazar, profesora de la Escuela de medicina de Harvard y asociada al Hospital General de Massachusetts es una neurocientífica con gran recorrido académico que ha dedicado sus últimos años de estudio a encontrar la relación que existe entre la meditación y el funcionamiento del cerebro. Su curiosidad por este tema comenzó un día, mientras entrenaba para el maratón de Boston y por recomendación médica comenzó a buscar prácticas que le permitieran mayor flexibilidad muscular. Su médico personal la animó a practicar yoga. Ella, un poco reticente, se inscribió a un curso para principiantes teniendo como objetivo únicamente el mejoramiento de su flexibilidad.
Al poco tiempo de practicar todos los días, Lazar notó que estaba más calmada, podía enfrentar situaciones complejas con cierta facilidad y notaba mayor compasión en su vida diaria, además de cierta inclinación por dar cabida a puntos de vista distintos al suyo.
Esta constatación la hizo poner en duda sus certezas científicas y querer estudiar a fondo los efectos del yoga en el cerebro humano. En principio, la doctora examinó la materia gris de dos grupos de personas: uno integrado por hombres y mujeres que han meditado buena parte de su vida y, por otro lado, un grupo de control con personas que no practicaban la meditación ni algún otro ejercicio afín. Lazar encontró que hay más cantidad de materia gris en los cerebros de quienes meditan, particularmente en el córtex frontal (asociado con la memoria y la toma de decisiones) pero, en especial, en el córtex sensorial, la ínsula y regiones relacionadas con la audición.
En un siguiente experimento, Lazar estudió la actividad cerebral de personas que nunca antes habían meditado y que durante 8 semanas, por 40 minutos al día, participarían en un programa de atención plena (mindfulness) orientado a reducir el estrés. La idea era comparar funciones básicas y complejas cerebrales antes y después del período de 8 semanas.
Los resultados fueron sencillamente sorprendentes. Se encontró que incluso en un período tan breve, el cerebro de las personas en ese segundo grupo tuvo cambios significativos para bien en varias regiones y funciones esenciales del cerebro:
La corteza cingulada posterior, asociada con la divagación y la importancia de sí.
El lado derecho del hipocampo, asociado con el aprendizaje, la cognición, la memoria y la regulación de las emociones.
La juntura temporoparietal, en donde se procesan la toma de perspectiva, la empatía y la compasión.
El puente troncoencefálico, en donde se produce una buena cantidad de los neurotransmisores con los que funciona nuestro cerebro.
La amígdala, que algunos consideran fuera del cerebro, también se redujo como consecuencia de la meditación, lo cual se ha relacionado con la disminución de emociones como la angustia, el miedo y la tensión.
Todos los estudios al respecto, hasta ahora, concluyen que la meditación afecta directamente el funcionamiento de nuestro cerebro y favorece algunas funciones esenciales, sencillas y complejas que nos permiten llevar una vida más tranquila, saludable y empática con otros.